Los cuervos son negros. Todo el mundo lo sabe. Si tuviéramos
que apostar por el color del próximo cuervo que veamos, todos nos decidiríamos
por el negro, pero no acertaríamos todos. De hecho, el próximo cuervo que vas a
ver es blanco:
Blackbirds are black. Este es blanco (el famoso, por insólito, mirlo blanco):
Los cisnes, sin embargo, son blancos. Este es negro:
Tres veces hemos cometido el error intuitivo (y, al menos la
primera vez, habría ganado la apuesta optando por el blanco). El
caso es que por muchos cuervos negros que hayamos visto, nunca
sabremos el color del próximo. Lo mismo se aplica a los mirlos (blackbirds) y los
cisnes. ¿Cuántas veces podemos cometer este error en nuestras vidas?. Muchas,
pero si tienes formación estadística, más veces. Nuestras certezas
estadísticas, basadas en la intuición, no merecen tal nombre. Peor aún las para
las certezas deductivas, pero eso es otra historia que habrá de ser contada en
otro momento.
Hay que tener en cuenta que estamos hablando de fenómenos
(cuervos negros, black blackbirds o cisnes blancos) en los que nuestra
experiencia ha construido muestras de gran tamaño con un 100% de los casos
positivos –hasta que dimos con el primer caso de cuervo blanco-. Imagina cuántas veces podemos equivocarnos cuando nuestras certezas se basan en porcentajes que se sitúan entre, por ejemplo, el 60% y el 70% (como puede ser el caso de un ensayo clínico para establecer la eficiencia de un fármaco).
El problema tiene una lectura visto desde fuera y, otra
distinta, visto desde dentro. Desde fuera, si tuviéramos que apostar,
seguiríamos apostando por cuervos de color negro. Desde dentro, desde la
perspectiva del cuervo blanco, sería algo así como “vale, apuesta que soy
negro, pero soy blanco y eso no está sujeto a ninguna probabilidad” o “es
verdad que casi todos los cuervos son negros, pero yo soy blanco, aunque haya
veces que me hagáis dudar”.
Para el cuervo blanco, la práctica totalidad de lo que le cuenten sobre los
cuervos, excepto este post, no tratará sobre su singularidad. Él es un cuervo blanco.
Si tuvieran un nivel alto de conciencia, puede que hasta los otros cuervos no
lo vieran como un cuervo. Está fuera de la norma, de lo esperado. El público,
su entorno, no actuará con él como lo hacen con el resto. Es un Copito de
Nieve. ¿y tú?.
Be yourself (South Park tribute)
Tal vez estoy jugando. Lo que comento no es útil solamente
para tomar con precaución cualquier estereotipo o cualquier certeza, que tengamos, incluso las construidas a partir del conocimiento estadístico. Hay que señalar que la mayoría de las
afirmaciones que construyen las ciencias (las sociales y las de la salud, en especial, pero no
exclusivamente) son de carácter probabilístico y, por tanto, sujetas a este problema intuitivo: la ciencia sólo puede aspirar a caminar de puntillas sobre
la realidad o, mejor dicho, sobre los datos que, además, tienen problemas
de constructo y medición.
Me interesa el caso de los cuervos blancos porque orientamos nuestras vidas sobre estas certezas. Por
ejemplo, alguien como Magic, cuando supo que era seropositivo (entonces no
había antirretrovirales), tuvo que pensar que fallecería pronto. No ha sido
así. Y es que, aunque tengamos el mejor conocimiento posible de la realidad, ésta puede cambiar.
Pero pensemos en elementos
más cotidianos. Cuántas decisiones se basan en supuestas certezas hasta que, un
giro inesperado, nos hace decir “esto no me puede haber pasado a mí”. Esta
interpretación es más frecuente con los acontecimientos negativos: los
accidentes, enfermedades, la muerte (la de los otros, la nuestra nos suele
dejar sin palabras), los problemas económicos, los robos, los problemas en las
relaciones de pareja, los suspensos y la lista sigue.
En el caso de los acontecimientos positivos, la cuestión es diferente. El éxito, el logro o el acierto en los negocios, en
las relaciones, en los exámenes o la salud lo interpretamos como una consecuencia
lógica de nuestros actos (de “me lo merecía”, hasta “he trabajado duro”, y, en
algún que otro caso, “señor, por qué me hiciste tan fascinador”). ¿Qué no se habría dicho de los miembros de la candidatura Madrid 2020 si la hubieran "logrado"?, y peor todavía: ¿qué habrían dicho ellos mismos?. Esto también nos lo hemos ahorrado.
No sólo la vida individual se rige por una falsa ilusión de
certeza, sino que la vida social también.
Ocurre con el sistema económico: los
bancos no quiebran, el crecimiento económico siempre está consolidado (sin lugar a burbujas)... Y todavía más grave cuando nos metemos en el terreno de las previsiones económicas: la recuperación se producirá a partir del próximo trimestre (añáda un trimestre a la fecha en la que se lea esto y ¡no consulte la hemeroteca!)
También en política: todo está bajo control, hasta que se que se quema un vendedor de
fruta.
E, igualmente, en otros terrenos: somos la sociedad mejor
preparada ante los terremotos (Fukushima), nuestras fuerzas del orden tienen
una gran experiencia en la lucha contra el terrorismo (11M), la red es segura
(AVE) y así: caída del muro, 11S, “vídeo de Mahoma”, etc. Sobre el tema del cisne negro aplicado a las predicciones
sobre lo social se puede ver el libro de Nassim Nicholas Taleb.
Tendemos a pensar en lo
normal: los vendedores de fruta no suelen prenderse fuego. Es más, si
realizamos un estudio sobre la mortalidad de los vendedores de fruta llegaríamos a la conclusión de que lo normal es que un vendedor de fruta no
muera por haberse quemado a lo bonzo. Es probable que nuestro estudio ni
siquiera hable sobre esa posibilidad si se limita al análisis de los boletines
de defunción e ignora cualquier otra fuente de información (por ejemplo, las
noticias) en aras del rigor metodológico. Pero lo cierto es que un vendedor se
quemó y parece que contribuyó a que se precipitaran un montón de
acontecimientos en lugares como Túnez, Libia, Egipto o Siria. Acontecimientos
que todo el mundo podía explicar por un montón de causas o factores
determinantes previos (siempre y cuando la explicación se produzca a
posteriori, claro). Ahora bien, si usted es vendedor de fruta y está pensando
en quemarse para cambiar las cosas, pues puede ser que no ocurra nada. Ya lo han intentado varios. No lo
haga en casa.
El problema con lo normal es a) que no suele serlo, b) está
mal percibido, c) que no hay garantía de que lo siga siendo y d) ni siquiera es
lo relevante. Así, pocos comprueban la normalidad de las variables con las que
trabajan y hay muchas variables asimétricas (a). Los estudios de género nos han
demostrado que lo normal no es necesariamente lo mayoritario (las mujeres son
mayoría, aunque por poco, pero nuestro mundo es androcéntrico) (b). Por otro lado, aunque una
variable sea normal o incluso una constante hoy (los vendedores de fruta que no se
queman), puede que deje de serlo mañana (c). Finalmente, lo normal rara vez es
lo relevante cuando hablamos de lo social. Unos pocos miles de millonarios,
como los de la lista Forbes, tienen más relevancia en la configuración de las
decisiones de la política económica que millones de pobres, aunque no lo
pretendan. Una actividad social marginal, como jugar al fútbol puede llenar el
espacio mediático y, dentro del espacio dedicado al fútbol, la atención la
centrarán un par de equipos, y al hablar de estos equipos, unos pocos jugadores
(d). En definitiva usar aquello que creemos normal como principio para guiar las decisiones
sobre lo individual o lo social puede llevar al error.
En definitiva, que podemos ser un cuervo blanco, pero podemos pensar que no lo somos. Incluso, puede que todos
seamos cuervos blancos (bichos raros o rara avis, casos singulares), pero como
estamos convencidos de que somos negros (un bicho como cualquier otro), pues no
lo vemos.
¿Es aquí donde quería llegar?. Pues no lo sé. Supongo que el que haya aguantado hasta aquí querrá una conclusión. La conclusión es que cada uno saque sus propias conclusiones.
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